jueves, 3 de diciembre de 2009

Viento gélido

El viento gélido cortaba la respiración del guerrero mientras blandía la espada para mantener alejados a aquellos engendros. El acto de respirar se convertía en un esfuerzo consciente por su parte. Los pulmones le ardían a cada paso o esquiva en el vaivén del combate.
-¡Bichos del demonio!- El tajo cercenó el brazo de la criatura mas cercana, salpicando la nieve de un grumoso liquido amarillo.
Pivotaba en todo momento para que las criaturas no le atacaran por la espalda o los flancos, pero no había podido evitar una herida en el antebrazo izquierdo, y un garrazo peligrosamente cercano al cuello que fue a dar contra la cota de mallas.
Cogió una bocanada de aire y girando sobre si mismo, extendió el arma creando un torbellino de muerte a su alrededor. Los engendros que lo rodeaban cayeron partidos por la mitad entre gritos de dolor. Observó el hueco entre los nuevos enemigos que se le acercaban y salió a la carrera, buscando la pendiente cercana donde se encontraba el río.
Escuchaba los gritos, si a esos sonidos siseantes se le podía llamar así, detrás suyo mientras saltaba entre raíces, nieve y barro. Agachaba la cabeza para evitar las ramas de los árboles y miraba a su espalda para saber lo cerca que andaban sus perseguidores. Gracias a los dioses, tenía las piernas mas largas que ellos y de momento mantenía las distancias, aunque sabía que no duraría mucho. Estaba echando otro vistazo cuando golpeo con algo de frente que no esperaba y cayó de costado al suelo.
-Por el Herrero y el Lobo… ¿de donde…?- La pregunta murió en su garganta cuando tuvo que rodar a la derecha para esquivar el golpe que hizo jirones parte de su capa. Con una rodilla en el suelo y la espada como apoyo, se llevo la mano a la parte trasera del cinturón, y lanzó uno de los cuchillos que allí guardaba contra la cara del monstruo que se acercaba. Este, recibió el impacto en uno de sus ojos y cayó de espaldas sin emitir ruido alguno. La blanca figura de largos brazos tenía pequeños espasmos cuando le arrancó el arma del cuerpo y miró por encima del hombro como de lejos estaban los Acechadores.
-Juro que volveré y los mataré a todos, Merefeth.- Con el ceño fruncido oteo brevemente a su alrededor, y tras orientarse retomó la carrera hacia el oeste, donde había dejado la barcaza y a su ocupante.


-Quédate aquí, será mas seguro para los dos.- Hacía varias horas ya, desde que su compañero le había dicho esas palabras mientras se adentraba en el bosque.
-¿Y si aparece alguien?- Le dijo alzando la voz para que se enterara.
-Mátalo, en estas tierras no hay nadie que merezca confianza alguna.- Con esa frase le dejo cuidando del barco.
El viento helado mordía sus carnes y no tardó en levantarse a caminar por la orilla para entrar en calor. Varias decenas de metros, río arriba, frotándose las manos enguantadas, para desandar el camino con las mismas bajo las axilas. Nubecillas de vaho se formaban con su respiración, mientras se arropaba como podía con la capa de tela basta que le regalase el soldado antes de partir hacía el norte. La ropa de abrigo que llevaba no era suficiente, pero al menos la capa le cubría de la mayor parte del filo gélido en el que se había convertido el tiempo.
Ya despuntaba el alba, cuando decidió tensar y destensar por octava vez el arco, para que la cuerda no se deteriorara. Descubrió hacía un par de horas que no podía sacar la espada de la vaina, pero se consoló pensando que si sus enemigos eludían sus flechas y llegaban hasta él, no le serviría de mucho el arma.
Recordaba como su padre intentaba por todos los medios enseñarle el arte de la espada, pero con su muerte en un duelo, desapareció cualquier interés que pudiera tener en el enfrentamiento cuerpo a cuerpo, por el lejano y seguro asesinato a distancia.
Escuchó un ruido entre los árboles, se parapetó detrás de uno y sacó una flecha del carcaj.
-¿Bern?- Con el ruido del viento, sonó como un susurro. El guerrero apareció portando su colosal espada y observando a su alrededor.
-Aquí.- Alzó la mano para que le viera, y se fue acercando, cuando vio que a su compañero le sangraba un brazo.- ¿Qué te ha pasado? ¿Te han mordido?- Tenía los ojos muy abiertos, sin dejar de mirar la extremidad herida.
-No te preocupes, tenemos que irnos rápido.- Dijo caminando a paso ligero hacía la barcaza.

(No le puedo dar formato a la mierda esta, pero continuará)